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Cómo orar en grupo

Artículo de Megan Hill

Traducción de Joana Morales

En 2012, unos investigadores de la universidad de Nebraska Omaha pidieron a 815 estudiantes que identificaran sus tres mayores temores. El mayor miedo que tenían, por encima del miedo a las alturas, a volar, a las aguas profundas e incluso a la muerte, era a “hablar en público”.

Si hablar en público es el mayor temor de casi todo el mundo, la oración pública puede ser su equivalente cristiano. Y este miedo no se limita a personas generalmente tímidas. A veces, hasta los líderes tienen problemas a la hora de dirigir en oración.

 

La historia de Stonewall Jackson

Según el libro “Rebel Yell” (“Grito rebelde”) de S.C. Gwynne, una vez el pastor de Stonewall Jackson instó a que hubiera más miembros de la congregación que la dirigieran en oración durante la reunión de oración de la iglesia. Jackson fue a ver al pastor después, le explicó su miedo a orar en público y dijo: “pero si crees que es mi deber, ignoraré mi reticencia y haré el esfuerzo de dirigir a la congregación en oración, sin que importe lo doloroso que me pueda resultar.”

En la siguiente reunión, el pastor le pidió a Jackson que orase. Su oración fue “vacilante, agonizante, [y] provocaba vergüenza ajena”. Durante varias semanas el pastor no le volvió a pedir que orase, ya que no quería someter a Jackson a lo que obviamente era un calvario.

Así que Jackson volvió a verle. “El que esté cómodo o incómodo no es la cuestión”, protestó. “Si es mi deber dirigir en oración, entonces debo perseverar hasta que aprenda a hacerlo bien, y me gustaría que ignorarais toda consideración por mis sentimientos.” Desde entonces, Jackson siguió dirigiendo obstinadamente en oración y, aunque Gwynne informa que nunca fue elocuente, logró llegar a ser competente.

Cuando se trata de orar en voz alta en un grupo, tenemos que empezar igual que Jackson. Para mejorar en la oración pública tenemos que saber lo que estamos haciendo y estar convencidos de que es una oportunidad de gozarnos nosotros mismos y de hacer bien a los demás. Sólo entonces nos sentiremos obligados a practicar hasta que “aprendamos a hacerlo bien.”

 

Lo que hacemos

¿Qué hacemos cuando oramos públicamente? No importa si estamos en una reunión de oración de la iglesia, en un tiempo de adoración familiar con nuestros hijos, o en la cabecera de una hermana cristiana enferma que está sufriendo: nuestra tarea es expresar a Dios el deseo unificado de todos los que están ahí. El que ora en voz alta es el portavoz, el que habla en nombre del grupo, y es el líder que reúne todos corazones frente al trono de gracia.

En un grupo, la oración de una persona se convierte en la oración de cada persona. Cuando dirijo en oración no tengo que impresionar a los demás. No tengo que cautivarles con mi elocuencia o asombrarles con mi teología. No tengo que demostrar mi resistencia espiritual con oraciones largas o mi quebrantamiento espiritual con oraciones cortas. Yo no soy el centro de atención.

En cambio, tengo el privilegio de orar en voz alta mientras mis hermanos y hermanas están conmigo y hacen la misma oración en sus corazones.

Hechos 4:24 nos dice que, en la iglesia primitiva, “alzaron unánimes la voz a Dios” en oración (RV1960). Desde el inicial “Padre nuestro” al “en el nombre de Jesús, amén” final, una oración pública es la súplica unida de todo el mundo.

 

Por qué debemos

Stonewall Jackson comenzó a orar en público porque estaba convencido de que era su deber. Nosotros también tenemos ese mismo deber (y esa oportunidad). Si eres pastor o anciano, se te pide que ores en voz alta con tu iglesia (Hechos 6:4). Si eres madre o padre, se te pide que ores en voz alta con tus hijos (Deuteronomio 6:6-7). Si eres un niño, se te pide que ores en voz alta con tus amigos (Salmo 8:2, Mateo 21:15-16). Si eres miembro de la iglesia de Cristo, en algún momento se te pedirá que ores en voz alta con un hermano o hermana que está sufriendo, tanto si estás listo como si no (Santiago 5:16). Si el Señor te ha abierto los labios, se te pide que ores en voz alta con alguien.

Pero nuestra oración audible es más que un deber: también debemos verla como un privilegio y un medio valioso de servicio a otros, e incluso como un motivo de gozo. Cuando oramos juntos nos animamos unos a otros a través de nuestra fe, nos enseñamos unos a otros a través de nuestra teología, nos amamos unos a otros a través de nuestra preocupación y nos reconducimos unos a otros hacia el Dios que recibe con ternura las débiles peticiones de sus hijos amados.

 

Cómo podemos hacerlo

Entonces, ¿cómo podemos ignorar nuestra renuencia y hacer el esfuerzo de orar en voz alta? A continuación os dejo unos simples consejos para poder empezar:

  • Pide ayuda a Dios. Cuando sepas que tienes la oportunidad de guiar a otros en oración, ora antes para que Dios te dé la capacidad de hacerlo de forma clara y provechosa.
  • Toma la determinación de orar. Es difícil que ores si no te propones hacerlo. Los silencios en la reunión de oración duran poco y, si dudas, el privilegio recaerá sobre otra persona. En cambio, ve con la decisión tomada de que vas a orar en voz alta si tienes la oportunidad.
  • Piensa sobre qué vas a orar. Piensa con antelación qué acción de gracias, qué confesión o qué petición preocupan al grupo. Recuerda que estás expresando lo que esperas que sea el deseo unido de todo el mundo.
  • Piensa cómo vas a orar. Escudriña la palabra de Dios para estar seguro de que quieres hacer esa oración en concreto. ¿Promete Dios dar su Espíritu Santo (Lucas 11:13)? Pues pídele a Dios que cumpla su promesa. ¿Muestra Dios su inclinación a sanar (Santiago 5:14- 15)? Pues pídeselo basándote en esa declaración. ¿Nos manda Dios que oremos por algo (como en Mateo 9:38)? Pues ora con valentía, recordándole su mandamiento.
  • Recuerda que Jesús también está orando. Cuando oramos en grupo, tenemos la certeza de la presencia de Cristo (Mateo 18:20) y la promesa de su intercesión (Hebreos 7:25). Un cristiano nunca (¡nunca!) ora solo.
  • Simplemente, ora. El gran teólogo inglés del siglo 17 John Owen dijo esta memorable frase: “las oraciones de los santos [más débiles] pueden ser útiles al más grande apóstol.” Servimos a un Dios que escucha las oraciones de las viudas y los huérfanos, que agradece los hosannas de los niños pequeños y que los utiliza a todos para lograr sus grandes propósitos.

 

Hermanos y hermanas, oremos.

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